martes, 18 de noviembre de 2014

IMPOTENTE

Esta es una de las palabras que siento cuando comparto un tiempo con quienes están desesperados.
Ayer fue un día de esos.
Acudo a las dinámicas con la mejor de mis intenciones y con toda la fuerza para aprender con ellos y sacar lo mejor de cada situación. Salgo vacía, triste y con mucha frustración.

Durante mucho tiempo han podido vivir de su trabajo y aportar a la sociedad porque sentían que PERTENECÍAN. Se sentían aceptados, "normales", como cualquier otra persona.
Ahora no lo creo; sus miradas delatan desesperanza y desesperación. No sólo es no tener dinero, quizás también es la sensación de no ser, de no importar nada.

Y no ven esperanza en el futuro porque no confían en un sistema del que, a mi modo de ver, todos hemos sido cómplices. Ahora parece que quiere devorarlos; acabar con ellos y en los ojos de alguno de parece que lo está consiguiendo.

Ya no creen en nada; por no creer no creen ni en ellos y como desahogo buscan despotricar del sistema y de los políticos. Es un "parche"; saben que no sirve de mucho.

Y desde cualquier capital de provincia deciden que alguien no cumple los requisitos para una renta básica porque en su cuenta consta algún pequeño abono de un familiar. Desalmados, cuadriculados, intransigentes,
insensibles... 

Al calor de una situación privilegiada, lloro mi impotencia. No es dinero, es dignidad.

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